Por Galdino Enríquez Antonio
COCIFE News
Aunque han pasado más de dos siglos desde la aparición de
uno de los movimientos intelectuales más notables de la historia de la
humanidad – la Ilustración de mediados del siglo XVIII – sus postulados
continúan influyendo en diversas áreas, como el Derecho, la Educación, la
Economía o la Religión.
La forma en que la Iglesia de Roma y las casas reales
condujeron al mundo en época feudal, llevaron a la humanidad por un camino
distinto a lo dispuesto por Dios en su Palabra. Esta situación hizo que los
hombres letrados, que vivieron a lo largo de los siglos previo al movimiento
ilustrado, comenzaran a dar la espalda, no solo a la iglesia y sus enseñanzas,
sino a Dios mismo, al colocarlo fuera de los espacios de desarrollo del
conocimiento.
Así, la Revolución Científica colocó a la razón científica
en contra de la razón religiosa y, por ende, nos separó de Dios en el proceso.
Más tarde, el Racionalismo hizo lo propio, señalando que el hombre puede
conocer la realidad haciendo uso de la razón únicamente. De acuerdo con Tafoya
(2011:61), “La razón desplaza la idea de Dios como el centro del mundo y coloca
al individuo en el nuevo eje.”
Estos principios también emergieron en el Empirismo, al
plantear que uno puede hacerse del conocimiento de la realidad a través de la
experiencia propia. Lo mismo ocurre con otras corrientes de pensamiento, como
el Positivismo, la Evolución Social o el Marxismo.
Para cuando aparece la Ilustración en el escenario de la
Historia, algunas ideas se habían consolidado y otras toman fuerza en las voces
de los ilustrados. Estos plantean que el progreso y desarrollo humano se debe a
la razón y la ciencia; además, consideraron que el orden social depende de la
capacidad de los hombres y no de la providencia divina.
Haciendo uso de las ideas de la Ilustración, quienes
encabezaron la Revolución Francesa impulsaron una educación y una forma de
hacer ciencia de un modo secular, tanto que el Positivismo, que llega años más
tarde, considera que la sociedad avanza por la voluntad y el control humano.
Producto de estas enseñanzas tenemos una educación
secularizada, que confía más en los postulados de la ciencia que en Dios mismo.
Esta educación deja a los hombres sin la esperanza que solo Dios puede ofrecer
en medio de las congojas que nos toca vivir. La educación laica coloca a los
estudiantes en un plano similar al que la iglesia colocó a los hombres durante
la Edad Media, al señalar que la única verdad válida es la suya, en este caso,
que Dios no tiene cabida en el quehacer cotidiano.
Cuando Jesús vino a esta tierra, la influencia grecolatina
era tremenda en el mundo y el escenario espiritual de aquellos días fue
descrita por Elena G. de White de la siguiente manera: “la humanidad parecía
muy próximo a caer en su más bajo nivel. El fundamento mismo de la sociedad
estaba minado. La vida había llegado a ser falsa y artificial… lo que estaban
impartiendo al mundo eran tradiciones y especulaciones que adormecían la mente
y el espíritu. El culto a Dios <<en espíritu y verdad>> había sido
suplantado por la glorificación de lo humano…” (White, 2013:68)
¿Dónde colocará a sus hijos? ¿En una escuela secular, con
principios laicos, o en una institución que promueva la confianza de los
hombres en Aquel que todo lo puede?
"La verdadera educación no desconoce el valor del
conocimiento científico o literario, pero considera que el poder es superior a
la información, la bondad al poder y el carácter al conocimiento intelectual.
El mundo no necesita tanto hombres de gran intelecto como de carácter noble.
Necesita hombres cuya capacidad sea dirigida por principios firmes." (White,
2013:203)
Referencias:
Tafoya, M. (2011). Introducción a las Ciencias Sociales.
CDMX, México: ST Editorial.
Villanueva, F. y Hernández, J. (2018). Introducción a las
Ciencias Sociales. CDMX, México: Book Mart.
White, E. (2013). La Educación. CDMX, México: APIA / GEMA
Editores
No hay comentarios:
Publicar un comentario